Os acordáis de un anuncio antitabaco donde alguien estaba haciendo una cola y se pone a fumar la de detrás y este de pronto estornuda fuertemente en su cara y le dice: Perdón ¿te molesta? Pues eso mismo sueño con hacerlo casi cada día.
Y sí, esta newsletter parece que vive de abrir melones así que vamos a ello. ¡Dentro melón!
Los fumadores, ay… que entro en este jardín. Ya le tenía yo ganas a este tema.
Soy fumadora pasiva desde que nací. Me he criado en una familia fumadora donde lo primero que hacían mis padres al levantarse era, por este orden, poner la radio y encenderse un cigarro. Recuerdo perfectamente el olor del tabaco mezclado con la colonia de mi padre y el olor del betún mientras se cepillaba los zapatos con la corbata ya puesta listo para salir pitando. Mi madre maquillándose al borde de la cama con su cigarro en el cenicero, que según ellos no fumaban tanto: “la mayoría se quema en el cenicero, Clara” Y con esa cantinela y sabiendo que donde estuviéramos el humo siempre iba hacia mí, crecí y crecí hasta poder quejarme en esta newsletter ;)
Mi abuelo siempre llevaba en la comisura de los labios un cigarrillo para desespero de mi abuela porque la ceniza le caía en la camisa y él ni se enteraba. Mi abuela sí, todos nosotros también, hasta que dejó de fumar para alegría de todos. Aunque no me quiero ni imaginar lo que tuvo que ser pasar el mono tabaquil con él… El caso es que pasó.
Mis tíos, los amigos de mis padres, todos fumaban. El pediatra fumaba, el médico de cabecera fumaba y si ibas a ver a tus padres al trabajo, abrías la puerta del despacho como quien abre la puerta de un pub y veías esa nubecilla de humo que parecía que estuvieras en Londres en lugar de en Valencia.
¡Hasta en la radio se fumaba! Entrabas a un estudio y ese olor estaba y los ceniceros haciendo montañita también.
A pesar de verlo desde pequeña, porque como os digo todo el mundo fumaba, yo nunca lo hice. Siempre he tolerado bastante bien el tabaco a mi alrededor hasta que… salí de casa de mis padres. Cuando vives fuera y vuelves a entrar y aunque la casa de mis padres siempre ha estado impecable y lista para un pase de revista de El Mueble o militar, el olor a tabaco se notaba. Y cuando volvía a mi casa, se notaba en la ropa, en el pelo y en todo.
Como cuando prohibieron fumar en los bares y discotecas allá por 2006 ¡Qué gusto no tener que lavarme el pelo al llegar a casa! Porque acostarte con la melena apestando a tabaco no mola nada.
Con ese aire fresco pensábamos que la tendencia fumadora iba a descender pero como la humanidad siempre sorprende y vivimos en un 🎵 acompáñame, te sorprenderás… 🎶 lejos de eso tenemos ahora vapeadores para niños. Así es. Entro en Twitter y Maruja Torres me da la noticia (me la da a mí directamente que es lo que siento cuando entro en redes y la gente habla. Como los abuelos que comentan con la tele las noticias. Sí soy)
El cigarrillo electrónico nos dio un respiro y una falsa esperanza. Hay gente que dejó de fumar gracias a ellos, otros se engancharon más. Y luego llegó el vapeador.
Ahora además de que el humo sigue yendo a mí en cada terraza, que por cierto, está prohibido fumar en ellas desde 2020, también viene a mí el olor a azúcar quemado con canela y cosas así que son los aromas que les meten a esos vapeadores. Con lo que el cerebro se piensa que están comiendo chuches, no fumando, aunque es igual de malo. Y por ese derivado que parece inocuo han creado vapeadores para niños, como los cigarrillos de chocolate de cuando éramos pequeños. Con la diferencia de que vapean de verdad, ya se les crea el hábito, ya está todo el merdé hecho.
“Es una decisión personal. Yo fumo si quiero. Es mi problema” y todo eso que me podéis decir los fumadores, ya os digo que NO. Si bebes es tu problema, mientras no conduzcas borracho y cosas de esas, si te drogas es tu problema si hacemos lo mismo con el alcohol. Aunque no creo en estos individualismos y creo en el bien colectivo y que como sociedad no podemos ir cada uno a la nuestra. Pero bien, si alguien se droga en el baño a mí no me afecta. (Esto da para otra news. Me lo apunto )
Pero ¡ojo! que aquí están los fumadores que se creen con el derecho al uso del espacio público porque “se va con el aire”. Mira no.
Como dice alguien muy cercano a mí: los fumadores son las personas más egoístas del mundo. Y he podido corroborarlo porque son un: si me quiero tirar un pedo aquí me lo tiro, como nos decía la legionaria de Gran Hermano, pero con el tabaco.
La diferencia es que ese humo me llega a mí mientras estoy disfrutando en una terracita al sol de un bocado delicioso de lo que sea. Momento que puede que me haya costado una semana prepararlo y sacar tiempo con mi gente para que tú y tu sensación de libertad y tu nicotina inunden mi paladar. O esté sentada con alguien con EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) por fumar y que tú le ofrezcas la dosis necesaria de humo. Gracias. Y no, no exagero porque todo esto me ha pasado en todos estos años.
Reflexionando sobre esto me he dado cuenta que es como el patriarcado. Sí, ya salió. Hombres que han estado acostumbrados a hacer y deshacer sin mirar alrededor, sin dar explicaciones y de pronto tienen que compartir espacio, tienen que pensar más allá, tienen que darle una vuelta a ese chiste o a ese comentario. Y les fastidia. Eran los dueños y señores y ahora alguien ha ido con el dedo, les ha dado golpecitos en la espalda y les ha dicho: perdonen, que las mujeres existimos. Y no lloramos, facturamos.
Los fumadores eran los más sexis, las mujeres más maravillosas fumaban en las películas mientras se quitaban un pendiente para hablar por teléfono y enfadarse mucho. Los hombres con sombrero y gabardina y los puros en los toros. Eran los que molaban y no se les podía toser, nunca mejor dicho. Y ahora ya les estamos dando golpecitos diciendo: ¿Puedes apagar tu cigarrillo? Gracias.
Antes como os contaba arriba era muy transigente con esto pero ya no. Si estoy en una mesa y me molesta, me levanto y se lo digo. Y ya los sitios molones son los que ellos mismos les toca actuar de policía, que no deberían, en sus locales como El Observatorio que hasta lo ha recordado por Instagram e hizo una encuesta donde más del 80% estaba de acuerdo en esta norma.
Y no vale levantarse y estar al lado de la mesa para fumar que eso es lo más absurdo del mundo amigos. No fumamos y no somos tontos. Es compatible todo.
Por la calle no digo nada obviamente porque sé que no está prohibido y que es educación, algo de lo que solemos ir cortitos. Sí que me aparto todo lo que puedo. Recuerdo una vez que una fumadora amiga me comentó: ¡Bueno! ¿Y esos que hacen aspavientos mientras fumo? Aluciné. O sea que quieren que nos traguemos su humo y encima pongamos buena cara aunque nos esté cayendo por la mejilla una lágrima amarillenta de nicotina…
Pueden pasar mil cosas y mil razones para, por ejemplo, estar en un paso de cebra de esos largos y que me esté comiendo tu humo. “Entonces ¿no puedo ni fumar por la calle? ¿Pero qué despropósito es este?” me dirán muchos fumadores. ¿Y entonces yo, Manolo, tengo que ir esquivando vuestro humo cuando salgo a caminar, correr, a comer, con alguien con asma, todo el rato a todas horas? Les diría eso o directamente les estornudaría en la cara y les diría ¿ah, que te molesta? Ups, vaya…
🙌🙌🙌🙌 yo me quedo sin terracitas para evitar que algún fumador se siente en la mesa de al lado y me fastidie MI momento (porque sí, los que no fumamos también tenemos el derecho a respirar aire sin humo y disfrutar del momento tal y como nos plazca 😩)