Los tres pasos Clinique que mi madre no me explicó
De pequeña devoraba los libros de Mafalda. Debo decir que yo los leía con entonación española y tardé en darme cuenta que era argentina. Obviamente la esencia era igual de buena aunque luego leyéndolo como tocaba, en argentino, subió más de nivel si cabe. De adolescente seguí con Mafalda, incorporé El jueves y revistas, muchas revistas.
Un día ojeando una de ellas descubrí en un anuncio a página completa: Los tres pasos Clinique que hasta entonces yo desconocía. Recuerdo mi cabreo monumental porque nadie (y cuando digo nadie me refiero a mi madre) me había explicado lo de los tres pasos de Clinique.
Yo estaba creciendo y pensaba que me tenían que dar unas pautas de todo para poder moverme por la vida como toca. Y de pronto pasó a ser súper importante el tema este de los tres pasos. Allá que me fui enfadadísima cara a mi madre: ¿Cómo no me has explicado lo de los tres pasos Clinique? Mi madre, desconcertada: ¿Pero qué pasos? ¿Qué Clinique? Y muerta de risa siguió a lo suyo. Y mi cabreo también, claro.
Son cosas que hay que explicar.
Igual que cuando me corté el flequillo en la peluquería por primera vez, que no me gustó y así lo hice saber. Y me dijeron: pues a esperar a que crezca. ¿Quéeeeeeee?! No hombre no. Eso se dice antes. Pues nada, un aprendizaje más para la vida.
Otra de esas fue cuando encontramos un “gordólogo” que nos acertó. Un endocrino, pero en casa le llamábamos el gordólogo y tan pichis todos. Allá que iba semanalmente. Cuando me quedé en lo que antes se llamaba “el peso ideal” dije: ale, ya está. Y me dijeron, una vez más rompiendo mis sueños: No, esto ahora hay que mantenerlo. ¿Quéeeeee?! ¿Ya no me quedo así, para siempre? Pues ale otro aprendizaje para la vida.
Otra cosa ya de más mayor que aprendí, y yo como servicio público os lo voy a contar, es que cuando te independizas, y esto lo descubres con el tiempo, es que empiezas a arreglar la casa por un lado y cuando acabas por el otro, tienes que empezar de nuevo. Que lo limpio dura lo justo. Que si tienes el balcón bonito ahora pero el recibidor no, cuando arregles el recibidor el balcón estará para repintar. Si crees que “sólo falta una lamparita aquí y ya está” no, no está nada, ni estará. Que las casas son como el puente de San Francisco, el Golden Gate, que es tan largo que cuando acaban de pintarlo por un lado empiezan de nuevo por la otra parte.
Que si un día quieres comer bien y tener orden y facilitarte la vida a ese “facilitarte” le viene un sinfín de tareas previas que harán que te plantees el sentido del universo.
Para hacer unos cuantos platos tienes que: revisar las recetas que durante los ratos muertos de años has guardado en Instagram esperando hacerlas en algún momento, hacer la lista de la compra, ir a comprar un sábado por la tarde como medio mundo cuando ya no queda nada porque has preferido dormir la siesta que salir a comprar. Ordenarlo en la nevera haciendo un tetris hasta el día siguiente que lo sacas todo de nuevo. Entonces te das cuenta de que no tienes ni tantas ollas ni tantas sartenes como pensabas, que la receta que peor te queda y que da pena verla es la receta fit de turno con harina de avena que eso parece cemento para hacer casas, que no tienes tantos tuppers como esperabas, ni son todos igualitos y ahí no hay armonía posible y no te sale una foto aesthetic ni por saber morir.
De pronto llevas cuatro horas en la cocina, te has escuchado 5 ó 6 episodios de varios podcast (esto es lo único bueno), te duele la espalda para empezar la semana y ahora tienes que ducharte y planchar.
Y cuando llamas orgullosa a tu madre, (sí, la que no me explicó lo de los tres pasos) para contárselo te dice que cómo lo vas a guardar, que si en raciones para cada día o cómo. ¡Pues como puedo! Que no lo meto en la caja de los quesos de milagro. Porque me he venido arriba, no he calculado contenido con continente y aquí sobra comida por todos los lados, los tuppers rebosan, empiezo a meter cosas en tarros de cristal y cenaré los culitos de las cosas que no caben en ningún lado: tres cucharadas de crema de calabacín, una albóndiga con curry que si la dejaba la tapa no cerraba y poco más.
Pero es que lo peor de todo es que luego valorarás cada plato, cada día y a la semana siguiente volverás a hacer lo mismo. En otro momento hubiera tirado de bar o de vete a saber qué… Eso casi es lo más triste.
Mientras leéis esto yo estaré en la cocina intentando cuadrar tapas de tuppers con recipientes que no van a juego, en un intento desesperado de querer demostrar que soy una adulta funcional, como si llevara la ropa interior a juego. Ah! este es otro aprendizaje, es casi imposible cuadras bragas con sujetadores bonitos. Lo que es cómodo arriba, abajo no lo es tanto. Consejo: compra todo de un color y por lo menos llevas una armonía cromática…
Aprendizajes, kilos arriba y abajo y cremas en tres, cuatro y hasta cinco pasos llevo ya…
Prefería cuando leía a Mafalda con acento español y no sabía de qué iba la vaina.
PD: Send tuppers bonitos, please.
👸🏻 Bienvenidas a mi reino: en Madrastra sin hijos hablo con Pepa Gómez.
Pepa Gómez, más conocida en redes como Pepa Pepae, es madrastra novata y viene con todas las dudas que hemos tenido al principio todas también. Una charla divertida, porque ella es así siempre, donde hablamos de tener pareja estable con 40 años, de abortos, de querer ser madre soltera, de tener hijastros adultos, como ella que tiene una pediatra por hijastra y de todos los pensamientos que pasan por nuestra cabeza a mil por hora.
Acaba de abrirse una cuenta conjunta con su pareja y se van a vivir juntos, con su otro hijastro, un adolescente preuniversitario.
Esta trama lo tiene todo pero no es una película, es la vida de Pepa y tengo la suerte de que haya pasado por el reino.
¡Bienvenida al reino, Pepa!
🎙 Escúchalo en tu plataforma de audio favorita o lo puedes ver en Youtube 🎥
💌 Y si conoces a alguna madrastra que quieras que entreviste ¡escribidme a madrastrasinhijos@gmail.com que la invito al reino! 🎤