Valencia, la ciudad más educada de España… o no
Si las ciudades son libros que se leen con los pies, Valencia está escrita en braille. Lo tengo claro.
El otro día me paró una periodista de La Sexta por la calle para que comentara la noticia que acaba de salir sobre Valencia: Valencia, la ciudad más educada de España.
Y mira no. No pude aceptar porque no tenía pruebas, ni tampoco dudas de que eso no estaba muy bien documentado. Y lo que iba a decir no era nada bueno sobre ese tema y mi ciudad. Ya lo siento.
Y como conclusión se ha sacado que València (con una puntuación de 5.28) es la tercera ciudad más educada de España. Solo le adelantan en este ranking Vigo (5.17) y el área de A Coruña-Oleiros-Arteixo (5.28). (Levante EMV)
Puede pasar que el nivel sea tan bajo que Valencia destaque. Si es así, que lleguen ya los extraterrestres o los champiñones de The last of us porque no hay nada que hacer.
O puede ser que quien haya hecho ese estudio no sea tan “abuela” como me dice un amigo, como yo. Todo puede ser.
Desde hace tiempo veo en innumerables ocasiones gente de todas las edades que escucha el móvil sin auriculares en el metro, en la sala de espera del médico, en sitios donde debería reinar el silencio y el respeto por el otro.
Gente que lleva el móvil como si fuera una tostada a punto de ser comida, pero no, está grabando un audio. Para alguien y para todos los que estamos alrededor.
Gente que se lleva el móvil en esa misma posición pero al oído, con la carcasa desplegándose por su cara, incluso algunos llevan el DNI o tarjetas y podemos ver sus datos más personales, su tarjeta del seguro, a la vez que escuchamos que a su prima se le ha olvidado comprar un regalo para su tía Conchi, que si ella puede comprar algo. Mientras, el resto del autobús le da ideas de lo que puede comprarle. Yo apostillo que ya que va a ir a una tienda se compre unos auriculares. Mi idea no es bien acogida. Me bajo en la siguiente parada.
Vivo al lado de unos de los mejores locales de kebabs de Valencia. Colas interminables y el parque de al lado lleno, lleno, de papel Albal, servilletas, patatas y los trozos de lechuga que caen porque es imposible que en un cuerpo entre todo lo que le meten al kebab. Yo lo entiendo. Pero este parque está flanqueado por sendas papeleras. A lo mejor tengo un superpoder y soy la única que las veo…
Tengo la suerte de vivir rodeada de parques. Es un escaparate maravilloso para ver cómo se comporta la gente: papelera (que ya os digo que puede ser que sea la única que las vea, me lo estoy planteando), una chica y un chico de pie AL LADO de dicha papelera. Cada uno con un Whopper (sí, vivo también al lado de un Burguer King. Creo que es una bendición que no pueda comer gluten) Al chico se ve que se le olvidó pedirla sin pepinillo. Nos ha pasado a todos. Y claro, tuvo que abrirla y quitarse uno a uno los pepinillos y tirarlos al suelo. Normal. La papelera la tenía tan cerca que no la veía… y no tiene mi superpoder.
A lo mejor vivo obsesionada con esto porque tengo la suerte de tener un perro que le encanta comerse cualquier cosa que ve por la calle (menos a personas. Todos tranquilos) Es un gran detector y destructor de palos. Es su don. Pero desde hace tiempo, desde que íbamos todos con mascarillas y nos lavábamos las manos cada vez que tocábamos algo durante más de 30 segundos (lo que dura la canción de Cumpleaños feliz) él decidió que su piscolabis favorito eran los Kleenex. Usados, no agitados. Y te das cuenta de cuántos papeles tira la gente al suelo.
Pero es que ayer ¡ayer! un señor hacendoso decidió limpiar una estantería, el sofá o qué sé yo, con un aspirador de mano. Y decidió también vaciar el contenido por el balcón. Y aunque le miré con ojos destructores desde la calle ya no había nada que hacer. La pelusa volaba hasta una casa de alguien que esa misma mañana había decidido también limpiar y airear su casa. Y en lugar de aire va a recibir pelusas. Lo agradezco. Si fuera un Kleenex, estaría sacándoselo de la boca a Cooper…
Si las ciudades son libros que se leen con los pies, Valencia está escrita en braille. Lo tengo claro.
No sé cuál es la razón de mi detector de gente cochina pero tengo el mismo radar para la gente elegante y educada (menos mal). Y es que me llena el alma cuando alguien me sonríe al entrar un algún sitio, me saluda, nos dedicamos los buenos días o se sujeta la corbata para coger la jarrita de leche que tiene un poco lejos en su mesa. El placer de una mesa bien puesta, de que cada cosa tenga un sentido y un por qué, es algo inexplicable pero la paz interior que me produce es inigualable. Porque una se cree que vive en Downtown Abbey, pero en la parte de arriba, claro…
Por esa misma razón necesito mi dosis diaria de belleza y de orden. Mi despacho es mi templo: mesa grande y despejadísima, cajonera al alcance de mi mano, estanterías con libros y libretas, todo en su sitio, plano perfecto para las videollamadas y cuadros y recuerdos que me elevan. Pero soy de esas personas que necesita salir para pensar. No salir para consumir, que es para lo que está pensada la ciudad (aunque tires los tickets al suelo). Salir para pensar. Así que casi cada día me dirijo a sitios con una mesa bonita, un ambiente calmado y camareros amables y educados. Y ahí todo fluye.
Todo esto no podía contarlo a la periodista de La Sexta, así que os lo cuento a vosotros.
La pena es que esto no solo pasa en Valencia. Ahora ya pasa en todos los lados. Cada vez gente más maleducada, irrespetuosa y egoísta.
Hola Clara, acabo de suscribirme q tu newsletter y me gusta mucho.
Llevo toda la razón en la gente maleducada por el tema del movil, según voy leyéndote llevo una chica sentada a mi lado en el metro molestando con el móvil sin auriculares (es que me pone de los nervios tan mala educación) si si como te lo digo, y la gente q no ve las papeleras jajajajaja que gente mas sucia no lo entiendo. Bueno el caso es q me has encantado y seguiré leyéndote.
Buena semana