Durante la pandemia muchos descubrieron el potencial que tiene la casa de cada uno. Encontramos espacios diferentes para hacer cosas que hasta el momento hacíamos en la calle o en el gimnasio o en el bar… Montamos gimnasios improvisados con garrafas de agua y mochilas cargadas hasta arriba de libros a modo de pesas. Esterillas abiertas por primera vez, balcones que de pronto fueron protagonistas. Bien de lucecitas, baldosas de pegatina y pintura, bien de pintura, para tapar, cubrir o embellecer esos rincones que hasta el momento estaban muertos del asco, ignorados por nuestra vertiginosa vida.
Pues bien, en esas estábamos cuando descubrí una parte de mi casa que desconocía: el cajón de los hielos.
Soy una fanática de las bebidas frías. Un vaso lleno de hielo hasta arriba me produce más felicidad que muchas otras cosas. A pesar de que la mujer que me hacía acupuntura me dijo que no debería beber nada frío, todo caliente... Lo intenté, lo prometo. Y nada. Deseaba con todas mis fuerzas un vaso enorme repleto de hielos. con unas gotitas por fuera del vaso y con ese repiqueteo de los hielos dentro. Felicidad.
Pero nunca he encontrado la cubitera perfecta: o muy pequeños, o muy grandes. Con estos últimos necesitas el martillo de Thor para sacar los hielos de ahí… Así que normalmente tiraba de bolsa de supermercado o gasolinera, y para casa. Pero son tan grandes que me acababa la bebida y el hielo seguía ahí. Un desperdicio. Pero bueno, era mi opción más utilizada. Y con ese run run en la cabeza andaba yo cuando se empezó a agotar el hielo en los supermercados. Porque primero fue el papel del váter y luego los hielos. No entiendo la relación, bueno no entiendo nada, la verdad.
Y yo seguía dando la matraca en casa: los hielos son muy grandes, malgastamos hielos ¿qué hacemos con el tema hielos? Cuando de pronto, en medio del supermercado, con mascarillas ambos, Sahu me dijo: a ver, podemos usar las cubiteras que hay en el congelador… Y, efectivamente, el tiempo se congeló. ¿QUÉ CUBITERAS? ¿QUÉ CAJÓN?
Dejamos los carros en medio de los pasillos y nos fuimos pitando a casa a ver ese suceso. (En realidad no. Hicimos la compra como adultos funcionales que somos. Pagamos y llegamos sudados a casa y hasta el pirri de las mascarillas)
Y ya con la compra ordenada, Sahu abrió el congelador y ¡allí estaba! Resulta que al lado del cajón del pan, al que yo claramente le prestaba más atención por aquel entonces, teníamos un cajón lleno de otras cosas, infravalorado totalmente, con una bandejita (lo describo así de detallado por si tenéis algo igual y os pasa como a mí) con tres cubiteras incorporadas. Esta bandejita se saca del congelador, se llena de agua y se mete de nuevo. Pero es que esa bandejita lleva tres rueditas, una por cubitera. Así que una vez están los hielos listos, giras las ruedecitas y ¡caen al cajón!
Madre mía, menuda sensación de poder tuve en mis manos en esos momentos. Estaba hackeando a la vida. ¿Escasez de hielos? Ja! No en mi casa.
Así que desde ese momento me convertí en la icemaker de la casa. Con un sencillo y pulcro ritual, cada día giraba las ruedecitas y se vaciaba la cubitera. El placer que dan los hielos cayendo sobre un cajón lleno de hielos es indescriptible. Vaciaba bandejitas, llenaba bandejitas y así mantenía un cajón rebosante de hielos. Si normalmente nos poníamos cuatro hielos por bebida, ahora nos poníamos cinco o seis, a lo loco. Pasaba por delante del cartel del supermercado: Sólo se puede coger una bolsa de hielo por compra. Y me salía una sonrisa de superioridad inaudita.
Ese cajón se mantuvo lleno hasta que un día fui a abrirlo y… estaba vacío. Sólo había un triste hielo, solitario, rebotando cuando abrías el cajón como si fuera una bola del pin ball… ¿Cómo ha pasado esto?
Pues pasó que levantaron el confinamiento, todos volvimos a ser peores y yo me olvidé de mi ritual de icemaker.
Fue tal el despago que sentí al abrir ese cajón y ver ese hielo solitario que me propuse que eso no podía volver a pasar. Es un pequeño ritual, una pequeña acción pero que me da una paz… Soy la que abastece de hielos a toda la casa. La que da un poquito de felicidad cuando vamos a jugar al Catán y antes hacemos el paseillo para cargar de hielos los vasos y ponernos un refresco. Es el preámbulo de que se viene fiesta, alegría y disfrute. Por supuesto si vienes a la casa Sahumon te vamos a ofrecer una bebida fresquita, no lo dudes.
Así que retomé el ritual y prometí que ese cajón iba a estar siempre lleno. Y desde entonces está siendo así. A veces está más o menos lleno, a veces está a rebosar y mi felicidad lo hace también, a veces pasan días y tardo en reponer pero nunca, nunca está vacío.
Ahora que para mí empieza ya la vuelta al cole y que se viene una época fuerte de trabajo he hecho mi lista de mínimos. Porque una se conoce ya y sabe que en episodios anteriores se ha perdido demasiado en el trabajo.
Así que me senté a pensar bien qué señales debería leer para saber que estoy yendo cuesta abajo y sin frenos y poder bajarme a tiempo. La lista es larga y os recomiendo que hagáis cada uno la vuestra (a lo mejor ya lo hacéis y os felicito) porque son cosas que muy rápido las olvidamos y las dejamos de lado, haciendo protagonista de nuestra vida a otros y no a una misma.
Así que para esta nueva temporada he decidido que un mínimo es que el cajón de hielos esté siempre lleno. Si el cajón vuelve a tener un hielo solitario es que toca frenar un poco y llenar las cubiteras.
👸🏻 Bienvenidas a mi reino: en Madrastra sin hijos hablo con Aina Buforn de @ser_madrastra
Conexión madrastril. Aina fue hijastra y como ella cuenta, con un divorcio de alto conflicto. Más tarde era ella la madrastra, de dos niños: uno de dos y otro de ¡nueve meses! Madre después y con mucha experiencia a sus espaldas empezó a escribir un blog y buscando, buscando encontró a Berta de @ser_madrastra y entre las dos crearon su comunidad que cada día crece más. Nos cuenta que es su segunda historia de amor.
Visita el reino, Aina Buforn.
🎙 Escúchalo en tu plataforma de audio favorita o lo puedes ver en Youtube 🎥
💌 Y si conoces a alguna madrastra que quieras que entreviste ¡escribidme a madrastrasinhijos@gmail.com que la invito al reino! 🎤
🤣🤣🤣. Me has hecho reír. Gracias.
El cajón de los hielos siempre bien lleno y la conciencia bien alerta para no perderse.